Le saludan por las calles de Valladolid. Los seguidores del programa ‘Prodigios’ le reconocen hasta con mascarilla y «sienten el programa como algo propio», dice Andrés Salado. Esta semana vuelve al Miguel Delibes a dirigir el segundo concierto de abono de esta peculiar temporada. El programa celebra el 250 aniversario del nacimiento de Beethoven con ‘Egmont’, una de sus músicas menos programadas, este jueves y viernes y los próximos días 13 y 14.
Salado (Madrid, 1983) ofreció a su amigo Fernando Tejero el papel de narrador y será el popular actor quien ponga voz al libreto de Goethe en la adaptación de Carlos M. Sañudo. «Goethe convirtió al aristócrata flamenco en una especie de Robin Hood. Le rejuveneció, aunque en realidad estaba en la sesentena, le puso al lado una joven amante como una recreación de Romeo y Julieta, también tenía mujer e hijos, y le dio un sentido épico, como un héroe romántico. Digamos que Sañudo lo ha acercado a nuestro tiempo con una prosa sencilla y profunda, al estilo de Stefan Zweig, con un mensaje claro a favor del respeto y contra el enfrentamiento y la violencia», explica el también director de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León (OSCyL) en el programa de TVE ‘Prodigios’.
El Beethoven sinfónico y camerístico se ha impuesto en la memoria popular al operístico y al de formas musicales menos encasillables como esta música incidental o programática.
«Mucha gente ni conoce esta obra. En realidad es una banda sonora para el drama de Goethe, de hecho cuando el poeta escribió la obra hacía paréntesis señalando la música que debía sonar. Beethoven sentía fervor por Goethe y se lanzó a componer para esta pieza teatral. Es una música muy descriptiva, muy narrativa. Pertenece al mundo operístico aunque solo tenga dos arias para soprano, pero esos cuatro minutos de canto son como una cajita de bombones y Eugenia Boix lo hace con una voz excepcional. La obra es un crisol de piezas brillantes», cuenta entusiasmado Salado.
Se considera optimista –«ya hay demasiada tristeza como para regodearse»– así que ve ante sí una plantilla orquestal algo reducida (45 músicos en una obra que admite casi veinte más) y celebra la suerte de Beethoven en esta coyuntura extraña. «En un año en el que no han sonado tantas ‘Novenas sinfonías’ como debieran, ni muchos ‘Fidelios’, ni sus ‘Fantasías corales’, sin embargo, por su condición de bisagra entre clasicismo y romanticismo, por sus obras para orquestas no muy grandes, Beethoven será muy programado».
Para Andrés Salado subirse al podio y afrontar cualquier aventura con la OSCyL, a la que frecuenta desde 2016, «es siempre una relación profesional seria, igual con un programa de televisión que con un reto sinfónico». Está orgulloso de las dos temporadas de ‘Prodigios’ y de afrontar una tercera. «Es un programa absolutamente necesario en una televisión pública. Nos emociona a todos y acerca la música. Es verdad que en cuanto sales en la tele te encasillan en tu propia profesión. Es una pena que tengas que cubrirte las espaldas en tu oficio pero sucede. Estamos en un momento de abrir puertas y ventanas y que se ventile. Hay que mostrar a la gente que la cultura no pertenece a nadie», clama expresivo Andrés.
Cuestión de enamorar
El maestro madrileño siente como si «los músicos clásicos no tuviéramos espacio en ciertos sitios. Está mal visto salir en redes sociales, que te vean practicando deporte o mostrar algo de tu vida personal, eso no ocurre en el resto de las artes. Parece como si esas cosas restaran calidad artística a tu trabajo. Tenemos que encontrar el equilibrio entre ocio, cultura y entretenimiento».
Convencido de que « todo consiste en enamorar, piensen en cualquier campaña de marketing» antes hay «que creérselo», dice quien ‘enamora’ a la audiencia de RNE los fines de semana desde ‘La platea‘. «Mis amigos ingenieros, ese ha sido mi campo de experimentación para divulgar la música», explica riendo. Ha descubierto en la radio un gran disfrute. En cuanto al futuro del gran sinfonismo en época de covid, quiere ser optimista, «creo que ahora solo podemos vivir día a día, el futuro no existe no podemos hacer planes. El optimismo es medicinal».